Sectores de la economía naranja

El comercio de bienes y servicios creativos, en lo sucesivo hechos mentales, ha tenido una muy buena década: de 2002 a 2011, las exportaciones crecieron un 134%, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Si los incluyéramos en el sistema de clasificación del Centro de Comercio Internacional (ITC), serían el quinto producto más comercializado en el planeta.

El comercio creativo es menos volátil que el comercio de productos básicos o materias primas. La prueba del hecho es que resistió la crisis financiera mundial mejor que sectores como el petróleo. Mientras que las ventas de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) registraron una caída del 40% en 2009, las exportaciones de bienes y servicios creativos solo se contrajeron un 12%.

Medido en miles millones de dólares, si la economía naranja fuera un país, sería la cuarta economía más grande del mundo después de Estados Unidos, China y Japón; el noveno mayor exportador; y la cuarta fuerza laboral más grande con 144 millones de trabajadores. Las tendencias actuales en el comercio creativo están inclinadas a favor de los servicios, y las naciones con una estrategia digital intensiva de "mentalidades" tomarán la delantera y convertirán a la Economía Naranja en un objetivo principal de desarrollo para generar empleo y riqueza. Las "mentes", como el arte, el diseño, los videojuegos , el cine y las manualidades, llevan consigo un valor simbólico intangible que excede su valor de uso.

Otra opción consiste en convencer al talento de los 107 millones de jóvenes (entre las edades de 14 y 24 años que viven en América Latina y el Caribe) para que consideren la adopción temprana de modelos de negocios basados en "mentes" (el núcleo de una Revolución Naranja) y para construir un imperio basado en esta creatividad. El acceso (virtual o físico) es clave, como lo es el contacto entre audiencias, contenido, creativos, emprendedores y tecnologías. El acceso y el contacto son catalizadores esenciales para generar innovación, basados en la fertilización cruzada de ideas, usos, interpretaciones y hábitos.

La cultura actual en su conjunto es tratada por la sociedad como un bien público. Esta situación es muy perjudicial para los artistas y los creativos porque les niega al menos dos derechos fundamentales: el reconocimiento de su actividad como una carrera legítima y una compensación legítima. Del mismo modo, niega a la sociedad el tipo de progreso que los artistas, los creativos y toda la cadena de valor pueden ofrecer.